Nadie está libre de problemas, infortunios o tropiezos. Es imposible vivir sin disgustos, sin contratiempos.
Los mundos perfectos no existen, como no existen las relaciones perfectas, los gobiernos perfectos, los trabajos perfectos o las ciudades perfectas. Los disgustos son parte de la vida
Sin embargo, cómo encaramos cada susto, cada disputa o cada preocupación sí está en nuestra mano.
Podemos abatirnos, caer en la desazón, la tristeza o la ansiedad, o podemos afrontarlo con entereza, firmeza y sonrisa.
Sí, sonrisa.
Creo fervientemente en el poder de la sonrisa
No es que teniendo una actitud positiva ante la vida logremos sonreír, sino que sonriendo cultivaremos esas actitud optimista y edificante.
No es que cuando las cosas rueden bien sonreiremos, sino que sonriendo las cosas marcharán en armonía. Sé que suena a utópico, pero estoy tan convencido, que no puedo sino compartirlo.
Sonreír es el primer paso, el más básico y esencial, para cultivar la gestión de las emociones.
Es el prólogo, el punto de arranque de un proceso que nos llevará a ser personas honestas, alegres, flexibles y en crecimiento.
No hablo de esoterismo ni de grandes metamorfosis, sino de pequeñas acciones cotidianas que nos harán disfrutar de la vida pese a todos esos problemas, contratiempos y nubarrones que ensombrecen nuestra existencia.
Sonreír no nos librará de los inconvenientes y disgustos, pero nos ayudará a encararlos con más fortaleza.
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Sonreír tiene tres ventajas
La primera es puramente fisiológica: al reír, relajamos los músculos, oxigenamos mejor, aclaramos nuestro cerebro… Sonreír es el primer escalón para lograr vivir mejor. Os doy mi palabra.
La segunda ventaja es social: siempre resulta más agradable relacionarse con personas que sonríen que con quien mantiene un gesto serio, duro y distante.
Nuestra sonrisa será nuestra mejor carta de presentación. Una sonrisa tiende más puentes que muchas palabras.
La tercera hace referencia a los beneficios psicológicos: sonreír no es tomarnos la vida a la ligera, sino vivirla con tal consciencia, que sabemos que lo urgente rara vez es lo importante.
Sonriendo, estamos diciendo a nuestro cerebro que son muy pocos los problemas realmente graves, que la existencia es un don y que merece la pena luchar por lo que se cree.
No, no me refiero a ir carcajeándose de todo ni a militar ese humor histriónico que a veces resulta inoportuno. No hablo de la guasa o el exceso gracia.
Me refiero a la belleza de una sonrisa, a la amabilidad, al gesto distendido, a la armonía. Quien sonríe sabe de estos beneficios.
Y que quede claro que, para sonreír, muchas veces no es preciso ni siquiera mover los labios. La sonrisa de la mirada es tan eficaz o más. Pero de miradas ya hablaremos otro día.
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