Miedo. Da miedo tener miedo, pero es una constante. Bueno, FUE una constante en mi vida.
No hablo de temores cotidianos o fobias, hablo de ese miedo que te empapa y te enfría el alma. Miedo a lo que vendrá, miedo, sobre todo, a la incertidumbre.
Miedo a la incertidumbre
Soy escritora freelance, debiera estar acostumbrada a la angustia en la boca del estómago al mirar hacia el futuro y el presente laboral.
Cuando no hay trabajo, existe el miedo a no poder sobrevivir, cuando hay trabajo, está el miedo a que no dure, a la falta de seguridad laboral y, por tanto, hay falta de tranquilidad.
Ese miedo me hizo híper productiva, autoexigente, proactiva y absolutamente efectiva. La excelencia en lo que hago es mi sello.
Cuando no hay más recurso que una misma, se supera el miedo en pos de la necesidad. ¿Te suena? Se saca de donde no hay.
El miedo puede ser el detonante de dos reacciones
O te paraliza o te impulsa de manera vertiginosa.
Cuando era muy joven tenía miedo de no conseguir trabajo. Lo conseguí, más del que quería.
Después vino el miedo de la maternidad. Perdí mis bebés uno tras otro, pero me sobrepuse y, tenaz, como siempre, conseguí que sobrevivieran dos de mis cachorros.
Más tarde el miedo a la soledad con el divorcio, a la supervivencia mínima mía y el bienestar de los niños. El miedo, junto con el coraje, me hizo subir como nunca en la carrera del éxito.
Entonces… el miedo a la muerte, a la enfermedad, mía o de los que amo. Miedo a hacer daño, a defraudar, miedo, miedo, miedo.
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Un día me di cuenta de que el miedo había desaparecido
Quizá hay un cupo que uno sobrepasa, ya no hay más capacidad de temer porque los grandes temores han sido vencidos o una se ha quedado ya acorchada de tanto temer.
La cosa es que el miedo me hizo grande. Nunca me paralizó.
Los 50 ya no están tan lejos en mi horizonte. Los espero SIN MIEDO. Sé que tengo los recursos para seguir luchando y descubriendo cosas.
Sé, ahora, que los planes de hoy son recuerdos mañana, que todo cambia en un suspiro y que la vida te lleva por caminos que no esperas, ni siquiera imaginas.
Cuando estás arriba puedes caer, cuando piensas que nunca te levantarás, algo sucede que te ayuda a dar un paso más.
¿Cuál es mi consejo para el miedo?
No le temas. Deja que se acerque y móntalo como si fuera un toro bravo. No dejes que te arrincone. No importa si tienes 20 ó 60, aún estás vivo. Aún tienes otra oportunidad.
Aparta amablemente, o no, a aquellos que te hunden. Sigue lo que te dice el corazón, el instinto nunca falla.
No temas a los cambios. Son la sal de la vida y no ganas nada aferrándote a las cosas que ya no tienen sentido, aunque hayas apostado por ellas hasta el último centavo y la vida completa.
El volante para el miedo es el cambio. Saber que todo lo puedes. Al final, lo que importa es esa felicidad de ya no temer más. ¿Qué es lo más terrible que te puede pasar? ¿Estar un poco peor?
Siempre hay posibilidades de estar mejor. No temas. Haz eso que estás pensando ahora mismo. La vida es una y es corta. Nosotros, los que ya hemos vivido la mitad del camino sabemos eso.
¿Te vas a quedar esperando el final sin disfrutar del viaje? Eso sí que me daría MIEDO. Pero, como ya te he dicho, no me queda más. Solo toca vivir. Tú puedes.
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