¿A que cuesta escuchar una crítica sin enfadarse o defenderse de inmediato? Y sin embargo, sólo cuando somos capaces de reconocer un defecto o un error podremos corregirlo.
Cuando era más joven, si alguien criticaba mi trabajo o señalaba un error, mi primera reacción era defenderme. Con el tiempo y la práctica me he dado cuenta de que eso no tiene sentido.
Aunque me considero una buena profesional en el campo de la traducción y de la escritura, muchas cosas influyen en los resultados de un trabajo.
Aprender a admitir errores
Recuerdo cuando mi hija mayor sólo tenía un mes de vida, me ofrecieron una traducción relativamente larga y con un plazo de entrega muy apretado.
Lo acepté, y lo hice, exhausta, dando el pecho cada hora o dos y con el cerebro hecho cisco – cosa muy normal en una nueva madre -.
Lo entregué, y me sorprendió cuando al poco tiempo el cliente me llamó para decirme que no pensaba pagarme porque la calidad del trabajo era pésima.
Acostumbrada a que me feliciten por mi rapidez y por mi buen hacer y bajo el efecto del caos hormonal post-parto, me desmoroné. Normalmente hubiera defendido mi trabajo como fuera, tan segura estaba de mi destreza.
Pero sabía que no estaba en plenas facultades, así que revisé mi traducción. Efectivamente encontré erratas que por lo general no se me hubieran escapado.
Claro que tenía la excusa de estar recién parida, con todo lo que conlleva eso.
Pero la realidad es que como buena profesional debí haber pedido más tiempo para hacer un buen trabajo, o bien haber rechazado el encargo a sabiendas de que con un bebé recién nacido en los brazos no iba a ser capaz de rendir como siempre.
Pedí disculpas, revisé la traducción y el cliente me pagó.
Cuando no tenía hijos una de mis mejores amigas fue mamá, y unos meses después me echó en cara que ya no le dedicaba tiempo ni atención.
Al principio me sentí agredida, pero cuando yo fui madre, unos años después, me di cuenta de lo que quiso decir. Lo cierto es que no le di el apoyo ni la atención que necesita toda nueva mamá y le pedí disculpas.
No es fácil admitir un error o un defecto pero, repito, si te acostumbras a hacerlo, te sentirás cada vez más libre.
¿Qué defectos o errores has tenido el valor de admitir? ¿Cuáles te cuesta reconocer y qué pasos puedes dar para corregirlos?
Lee más en mi libro Diario del Éxito , de ediciones Obelisco
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