Lecciones de vida de mi abuelita de 101 años

Mi abuelita Vicenta, la mujer que me crió, cumplió 101 años el pasado 6 de enero.

Ella fue el regalo de Reyes para su madre, pues el 6 de enero es el día en que los niños en España reciben obsequios de los Reyes Magos y la gente celebra comiendo el Roscón de Reyes.

Lecciones de vida de mi abuelita de 101 años
Mi abuelita con su pastel. Foto captada por mi hermana, Sandra Carbonell

Como ella vive en Madrid, España, y yo estoy en Sarasota, Florida, no pude desearle feliz cumpleaños en persona.

Pero la magia de la tecnología me permitió verla cantar el Cumpleaños Feliz en español e inglés, y luego soplar las velas.

Me sentí tan desbordada de gratitud y nostalgia que me tomó una hora reponerme y secarme las lágrimas (y sonarme la nariz una y otra vez) para poder llamarla por teléfono. No quería que me escuchara llorar.

Mi abuelita, la mujer que me crió

Mi abuela nació en 1917 y sobrevivió a la Guerra Civil Española. Trabajó duro para criar a mi padre, quien se mudó a Estados Unidos cuando apenas tenía 16 años, con el propósito de estudiar.

Mis padres se divorciaron cuando ella tenía 50 y de repente se encontró al cuidado de dos niñas pequeñas, mi hermana y yo, de 5 y 3 años respectivamente.

Nunca olvidaré ese momento en el que mi padre, mi hermana y yo nos presentamos en la puerta de su casa en Madrid (después de volar de regreso desde Estados Unidos) y nos recibió con los brazos abiertos, gritando: “¡mis niñas, mis niñas!”.

Esa imagen ha quedado por siempre grabada en mi memoria.

Durante nuestra infancia, mi abuelita pasaba horas y horas narrándonos historias familiares, tanto suyas como de mi abuelo.

Quise muchísimo a mi abuelo pero realmente fue mal esposo y la engañó más de una vez.

Aún así, los ojos de mi abuelita se iluminaban cuando nos contaba cómo se habían conocido y cuánto lo había amado.

Ella nos hablaba sobre la guerra civil en España, los amigos que perdió por los bombardeos, la pobreza de la posguerra, la infancia de mi padre… sobre la vida.

Lo que aprendí de ella

Mientras tanto, nos enseñó a tejer, coser, remendar, cocinar… ¡Puedo hacer todas esas cosas gracias a ella! Pienso en ella cada vez que coso un botón o zurzo una media (mi hija más chica, de 13, también sabe remendar).

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Lecciones de vida de mi abuelita de 101 años
Abuelita abriendo sus regalos – Foto captada por mi hermana, Sandra Carbonell

Recuerdo las muñecas de trapo que nos hacía. También recuerdo cómo convertía nuestras viejas medias en ropa interior y calcetines, intentando ahorrar algo de dinero.

Cómo cortaba, con una hoja de afeitar, la punta de los zapatos que nos quedaban pequeños, para convertirlos en sandalias.

Por supuesto que nos sentíamos avergonzadas cuando ella hacía esto y debíamos llevar los zapatos a la escuela, pero ahora admiro su ingenio.

Nos compraba ropa demasiado grande y la achicaba. Después la iba agrandando poco a poco a medida que crecíamos, hasta que no había más opción que donarla.

De niña me encantaba ver cómo se hacía la manicura. Siempre ha tenido manos bonitas. De adolescentes, mi hermana y yo usábamos su maquillaje, nos poníamos su perfume y su ropa.

A ella no le gustaba y nos regañaba, pero siempre nos perdonaba. ¡Aún lo hace! No importa lo que pase, nos adora y lo sabemos. Solo espero que sepa cuánto la amamos y valoramos nosotras también.

Cada cumpleaños, cuando sopla las velas, su deseo es que su hijo, sus nietos y sus bisnietos estén bien y con salud.

Y, según mi hermano menor, también pide estar unos años más aquí en la Tierra. No está lista para abandonar este mundo.

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Lecciones de vida de mi abuelita de 101 años
Abuelita Vicenta con mi sobrina de 10 años, Hanna – Foto de Sandra Carbonelll

Estar lejos de ella no es fácil

No siempre es fácil estar lejos de alguien que cuidó tan bien de ti. Sé que mi padre pasa momentos difíciles, pues es quien está a cargo de mi abuelita.

Desearía estar más cerca, pero la vida tuvo otros planes para mí. Como ella, terminé estando a miles de kilómetros de distancia de mi familia.

Hoy en día, si tengo que elegir entre enviar a mis hijas a España o ir yo, la elección es fácil: las envío a ellas. Es su turno de conocer más sobre sus raíces y visitar el país donde ellas y yo nacimos.

Me fascina la sabiduría que mi abuelita imparte a sus 101 años, sin siquiera notarlo

Cuando le dije por teléfono que todo estaba bien, salvo por los problemas cotidianos que tiene todo el mundo, me dijo: “incluso las cucarachas tienen problemas, porque la gente quiere matarlas”.

El verano pasado, cuando le dijimos que mi hija mayor era gay, me dijo: “¡Lo supe antes que todos vosotros!” y eso fue todo.

Nos reconoce a cada uno cuando la llamamos por teléfono y recuerda cosas que yo fácilmente olvidaría, aunque solo tengo 54. Tiene un gran sentido del humor y es feliz con las pequeñas cosas de la vida.

Sé que está bien cuando suelta insultos por teléfono, pero sin perder nunca la calma. Hoy me pidió que la llame más seguido. “Que el tiempo se acaba”, me dijo.

Cuando colgué el teléfono, lloré. Hoy tengo más edad de la que ella tenía cuando empezó a cuidar de mí, y siento que el tiempo pasa cada vez más rápido.

Sí, la llamaré más, incluso si eso implica llorar más a menudo.

Lorraine C. Ladish

Bilingual and bicultural Spanish-American editor, writer, speaker, influencer, yoga teacher (RYT500) wife and mom. Founder of Viva Fifty! Published author of 18 books. Her most recent book Your Best Age was released by HarperCollins in September of 2017.

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