El reto de educar adolescentes en la mediana edad

A mis 54 años, tengo tres hijos adolescentes de 16, 14 y 13 años respectivamente. La verdad es que los últimos dos años, y en especial el último, desde que mi hija mayor cumplió 16, no han sido nada fáciles.

Tras haber vivido las primeras tormentas de la adolescencia, me siento más fuerte y mejor preparada para enfrentar los desafíos por venir.

Digo esto ahora, pero sé que si me toca una situación completamente nueva e inesperada, es muy probable que otra vez me encuentre perdida y tenga que buscar otra forma de arreglar la situación.

El reto de criar adolescentes en la mediana edad

El haber tenido hijos más tarde en la vida, y el hecho de sentirme muy conectada con mis propias  angustias de adolescente, sobre lo cual he escrito en mis libros, me hizo pensar que como madre, lo tenía todo bajo control.

Pensé que mis hijas siempre confiarían en mí, sabrían que yo era su punto de apoyo, y realmente estaba convencida de que juntas seríamos capaces de transitar con éxito su adolescencia.

¡Qué equivocada estaba!

De un día para el otro, fue como si un extraterrestre abduciera a mi hija mayor y la convirtiera en “una de esas típicas adolescentes”.

Sentí que se me salía el alma del cuerpo mientras mi hija, aquella que había sido dulce, responsable y que adoraba a su madre, me decía sin ningún reparo que yo “la estresaba”.

De hecho, que TODOS la estresábamos. Un día cerró los puños y golpeó la pared de su habitación mientras gritaba que no soportaba más estar en casa.

Ese momento fue la culminación de una serie de eventos que asustarían a cualquier padre o madre. Sentí mi corazón romperse en pedazos. Mi peor pesadilla se había hecho realidad.

Mi hija no quería saber más nada de mí

Quería encontrar la forma de emanciparse, de trabajar a tiempo completo, de mudarse… a los 16 años.

Recuerdo que me senté en su cama, mientras ella perdía el control, y sus palabras se clavaban en mis entrañas como dagas. ¿Qué había hecho mal?

Me sentí herida y destrozada como nunca. Fue peor que cualquier desamor, y he pasado por unos cuantos.

Con calma, le dije que si se iba de casa llamaría a la policía, y ella gritó: “¡Por qué no dejas que me VAYA!”. Le respondí con serenidad: “Porque eres mi hija y no voy a tirar la toalla”.

Me estaba muriendo por dentro, también quería gritar y llorar y preguntarle por qué ya no me quería (nunca dijo que no me quisiera, pero como madre, así lo sentí).

Ahora me doy cuenta que se requiere gran fortaleza, e incluso sabiduría, para no reaccionar igual que ellos cuando un adolescente te ataca verbalmente.

Estoy muy agradecida de que mi esposo, su padrastro, tiene un carácter aún más calmado que yo. Él también es muy sensible y tampoco le gustan los enfrentamientos.

He de decir que se las arregló muy bien para manejar la situación sin levantar la voz.

Ese día di las gracias por mi práctica diaria de yoga, que me ayudó a mantener la calma en semejante situación.

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El reto de criar adolescentes en la mediana edad

Han pasado algunos meses desde este incidente en particular. No fue el único.

Hubo varios momentos duros

Presencié cómo mi hija abandonaba el baloncesto, un deporte en el que sobresalía y que, un año atrás, era su vida entera.

Tuve que presenciar que le rompieran el corazón una y otra vez. Observé cómo perdía amigos. La vi buscar respuestas. La consolé después de una pelea en la escuela.

Tras leer libros sobre el tema y hablar con terapeutas, fue duro aprender que lo mejor que podía hacer por ella era dejar de intentar arreglar su vida y, en vez de eso, tan solo ESTAR ahí.

A partir de entonces, en lugar de desvivirme tratando de complacerla por temor a perderla, recordé mi mayor deseo cuando decidí ser madre.

Exactamente eso: ser MADRE.

No una amiga, ni una maestra ni una solucionadora de problemas. Una madre, incluso si eso significaba que mi hija me odiara por ello. Y eso, para alguien que creció sin su propia madre, es DURO.

Mi hija y yo buscamos ayuda profesional

Un buen día, mi hija me pidió ir a terapia y le ayudé a encontrar ayuda profesional. Jamás le dije que yo misma me sentía mal, abatida y triste.

Pensando y analizando la situación, me di cuenta de que no era su responsabilidad hacerme feliz. Era MI responsabilidad cuidar de mí misma.

Como madre yo también necesitaba ayuda profesional, y la busqué. Seguí practicando yoga a diario y me uní a dos grupos de Facebook para mamás de adolescentes.

Leí testimonios de otras madres y me di cuenta de que no estaba sola. Escribí a mi padre, que vive en España, y le pregunté cómo hizo para criar cuatro hijos.

Entonces me di cuenta de lo que le hicimos sufrir en nuestra adolescencia. No me canso de pedirle perdón por todo el dolor que yo misma le causé de joven.

El reto de criar adolescentes en la mediana edad

Consulté con una terapeuta. Leí libros y artículos sobre cómo criar adolescentes. El que más me ayudó fue The Grown Up´s Guide To Teenage Humans, de Josh Shipp.

Incluye una carta que un adolescente le escribiría a sus padres, si pudiera. Leer este libro me ayudó a entender todo el caos que viví como madre durante el pasado año.

Me di cuenta de que mi hija era una adolescente normal y saludable, que simplemente atravesaba un momento difícil.

Era normal para su desarrollo querer discutir conmigo e incluso gritarme… porque sabía que yo era la persona con la que siempre iba a poder contar.

Pero era responsabilidad mía hacerme respetar y cuidar de MI para poder ser su sostén. Tuve que aprender que nada de lo que ella dijera o hiciese tenía que ver conmigo. No podía dejar que eso siguiera haciéndome daño.

También tuve que aprender que ya no podía criarla como a una niña pequeña, sino que tenía que asumir un nuevo rol, guiándola y simplemente estando a su lado.

Durante un tiempo tuve que aprender a amarla a ella y a mí, por las dos. Y tuve que aprender que ser madre significa poner límites aún cuando el adolescente busque desafiarlos.

Poner límites fue positivo

Para mi sorpresa, los límites que le puse, lejos de hacerla enfadar, la calmaron; del mismo modo que cuando era pequeña se tranquilizaba cuando la contenía de un berrinche.

Me mantuve fuerte incluso cuando mi corazón se desangraba. Me hice más fuerte y poco a poco, ella fue resolviendo sus cosas.

Consiguió un trabajo a tiempo parcial, se dio cuenta que la vida en casa no era ni la mitad de mala de lo que ella pensaba, y finalmente admitió travesuras que yo sabía que me había estado ocultando.

Pero lo más impactante y reconfortante fue que se disculpó por todo lo que había dicho y hecho en los últimos meses. Sé que ésta es sólo una batalla.

Tengo otros dos hijos con personalidades muy diferentes que ya nos están poniendo a prueba.

El reto de criar adolescentes en la mediana edad

Pero el caso es que, como le dije a mi hija, ella y sus hermanos ya están perdonados incluso antes de cometer errores.

Creo que necesitan saber que, cuando todo ande mal en su mundo, yo soy esa roca firme a la que pueden aferrarse cuando estén confundidos, heridos, sobre todo cuando lo fácil por mi parte sería rendirse y dejarlos ir.

Ahora no es el momento, pero un día se darán cuenta que no hay amor más profundo e incondicional que el de un padre o madre hacia su hijo.

En este momento aún tienen un pie en la niñez y otro en la adolescencia, mientras ansían llegar a la adultez. No es fácil estar en ese lugar.

Ahora siento que he recuperado a mi hija

Una versión mejorada y más madura de mi niña. Aún es esa persona inteligente, noble y cariñosa que siempre supe que era.

Es como si todo lo que pasamos el último año solo hubiera sido una pesadilla.

Otra vez nos reímos juntas, ella me cuenta de sus cosas, se acurruca en la cama conmigo, me abraza y a menudo me dice “te quiero”, como solía hacer.

No sé si esta parte de ella se quedará o volverá a tener otra época de crisis. De cualquier modo, estoy agradecida por el esfuerzo que ambas hicimos para solucionar nuestros problemas.

Las dos nos sentimos más conscientes de nosotras mismas y también tenemos mayor empatía la una con la otra.

Recogimos los pedazos rotos de nuestra relación y los volvimos a unir. No los colocamos como estaban, sino como deben estar ahora.

A toda madre que esté asustada y con el corazón roto, preguntándose si es la única que está desorientada o si ha hecho algo mal, no estás sola.

He hablado con mucha madres de adolescentes y todas libramos alguna batalla. Incluso si nuestras historias son diferentes, nuestros sentimientos son similares.

Sí, hay luz al final del túnel. Y saldrás fortalecida.

Y no importa lo que suceda, sobrevivirás, tal y como tus padres sobrevivieron a tu adolescencia, aunque con heridas de batalla, como dice mi padre.

Lorraine C. Ladish

Bilingual and bicultural Spanish-American editor, writer, speaker, influencer, yoga teacher (RYT500) wife and mom. Founder of Viva Fifty! Published author of 18 books. Her most recent book Your Best Age was released by HarperCollins in September of 2017.

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